Cada día a la salida del trabajo, y para ahorrar tiempo, suelo ir hasta casa por una vieja carretera, la cual, a un lado y a otro esta abarrotada de almendros, es una gozada pasar por allí en marzo cuando los almendros están en flor.

Y es en estas fechas,en primavera, cuando de camino a casa, veo en la cuneta y siempre a la caída del sol, una mujer con la mirada puesta en la montaña, por donde se producirá el ocaso, viste de negro, y parece que reza, porque esta inmóvil, y sus manos palma contra palma, a la altura de la boca.

A veces, le acompaña una mujer mas joven, con el pelo largo, también vestida con ropa oscura, y un perrito blanco, pequeño, que corretea entre ellas, como reclamando la atención de las dos mujeres.

Cuando mi coche pasa a su lado, la miro, pero ella no repara en mí, esta en silencio, con los ojos clavados en la montaña, abstraída, como en otro mundo.