Nunca abracé tus pechos desnudos
pero naufrague borracho en tu mirada,
nunca probé del veneno en tu cuerpo
ni bebí de tu prohibido manantial.

He cavado una trinchera
para desde ahí ver tu mirar,
mientras me ahogo una riada de lágrimas
que desemboca cada noche en mi despertar.

Quise bajarme del infierno en marcha
y abrazarme a tus besos para poder dormir,
acabar varado en aguas de tu boca,
y curar las heridas que adornan mi existir

Que en mi cementerio de besos
la noche no tiene calma,
y aunque crea todo perdido
te espero cada mañana.