A Ignatius J. Reilly

Ignatius, tu camino ha sido relatado. No se por donde empezar, hay tantas cosas que me hacen pensar... Esa filosofía apocalíptica, esa realidad vomitada en tus cuadernos, esa decadencia que el mundo desprecia. Incomprendido y hecho raro. Alterador de conciencias, agitador pasivo. ¿Qué hay que no sepas y a la vez desconozcas?

Un raro hipocondríaco, infectado de esta sociedad. Eres reflejo y dogma. La inutilidad de este movimiento, circular y concéntrico. Todo el absurdo llevado a su origen y rechazado por su producto. Eres fiel a la decadencia. Te revelas a ella y cabalgas en ella. Todo aclimatado entre cuatro paredes, una cama sucia y un pañuelo tirado, lleno de sentimientos enfrentados, de sexualidad reprimida. El reflejo del odio es el placer del onanismo.

Y mientras el mundo siga así, tu seguirás ahí. Los pasos forzados te alteran, te colocan como gato panza arriba. La gente te encuentra mientras tu sólo buscas tu rincón. Llevas mucho tiempo diciéndote que tienes razón. Ya sabes, al final ha ido como en todo. Algunos te escuchan, otros se alteran sin escucharte, la mayoría tan desesperados y olvidados que te utilizan como soporte para poder sacar el hombro. He aquí tu error cuando pensabas que la gente te entendía, que podías cambiar el mundo, ya que sólo querían pisarte para poder ser alguien.

Así las cosas. La gente te debe apartar, les recuerdas a sus peores pesadillas, al reflejo de sus caras cada vez que vuelven a casa. Pero debiste tener buenos momentos, aparte de la tuya escuchaste otra voz, tan rara y directa como si de ti saliera. Odio y admiración. Ahora es tu salvación, quizás siempre lo fue. Ahora eres su salvación.

No se más, ¿cómo te irá? La gente te mirará atrás, ¿sonreirán? ¿habrán cambiado? Seguirá siendo un ataque hacia la decencia y el buen gusto.