La culpa fue de Charlie Parker

Asoman al fondo de la nevera
los restos de una cuña de queso de oveja,
y algunas lonchas de jamón cocido
qué bien me valen como cena de soltero
si los caso con desgana y pan de molde,

además mientras disponga yo del embutido
este banquete huérfano de perdices
me tendrá por padre orgulloso y satisfecho,

que cojones,

con la radio acompañándome el sentimiento
y salvándome de paso de las inútiles discusiones
de la pareja de desenamorados del tercero;

Con lo que no contaba es con que
al ir llevando la bandeja en volandas
me iba a invitar la vida a hacer un pase de baile
ridículo y temerario al son imprevisto
de una canción de Charlie Parker,

dando al traste con la cena, claro,
y con la cerveza lamiendo las baldosas,
y la complicidad del espejo del fondo del pasillo
que me devuelve el reflejo de ese crío que fui,
sonrisa burlona indescifrable,
amenazando con dominar el mundo
mientras empuña
un cuchillo de mantequilla.