Confesiones al techo blanco

Con el hábito y la soga puesta. Condenado a mirarme en la tele. Brumas, ahogos, deseos, impaciencia, olvido. Todo lo que concierne con el desastre. La mezcla de sensaciones. Aprobaciones y refutaciones. Todo da vueltas una y otra vez. La pena sustituye a la alegría, la alegría es un bebedizo para la pena. Todo el odio y el amor juntado en un mismo momento. En un mal momento.

Los intereses capitalistas, que reniegan de la salud, nos manejan cual fichas de monopoly, como calderilla en manos llenas, en una mano perdida, en un póker sellado, a cortinas bajadas. El macho dominante ya no es el más fuerte físicamente. Ya no se lleva el gato al agua el que parte la boca, sino el que la sella. No gana el que derrumba a su contrincante, sino el caído con la apuesta a su favor. Ya no queda honradez y los putos chinos están reventando el pequeño comercio. Nunca cierran y al final acabas comprando allí.

Me llama la luna, tumbado en mi cama. Mañana será mañana. El sol será quien me lo diga.