Asueto


Para después,
la resaca de viaje en carretera
el gazpacho en vena,
y el cajón flamenco
musitando fandangos
de la vieja Onuba
desde el asiento de atrás
de la Ford transit,
despacio, templa,
compadre,
despacio
acaríciale y dale,
que se nos vaya la vida en ello
y si hay que atarla
la atamos en corto a los pies
de la mesa
de cualquier terraza de verano,
deslizándonos, siempre
deslizándonos
y volviendo a empezar,
por alegrías esta vez
porque aun a pesar de esta
ingesta
de esta
sobredosis de salitre y
arena,
se repita
el espectáculo
en el que el lorenzo se desangra
cada tarde
mutilado por el horizonte,
invitándonos así
al delirio compartido,
al arrastre del levante,
trás la cuarta duna
izquierda
del Faro de Trafalgar,
en la playa de Zahora,
brindando por
brindar
por todos esos barcos que
navegarón por sotavento
y se hundierón
en el olvido
a manos de algún perro inglés.