Torriá




Los veranos siempre eran diferentes,nada mas llegada la estación mi madre se afanaba en preparar en capacitos de esparto todo lo necesario para nuestra estancia en Torriá.


Durante toda una mañana mi padre hacia viaje tras viaje con su moto Bultaco,para hacer el traslado de familia y enseres,aunque eran pocos kilómetros,ese viaje me parecía eterno yo siempre viajaba sentada en el deposito azul y agarrada al manillar.

Torriá es una finca situada a pocos kilómetros de Onil,entre las montañas y aunque ahora me parece un rincón encantador, entonces parecía una finca tremendamente extensa,con una casa pequeña que comartíamos con mis tíos y primos,una senda estrecha por la que solo podíamos caminar en "fila india",nos llevaba hasta la balsa de riego que se abastecía de agua por un nacimiento que surgía de una forma casi imposible de entre las montañas.

Los días pasaban rápidos y cada momento era especial,sobre todo el baño,que siempre nos parecía un premio por hacer la digestión,dura tarea que tardábamos dos horas en realizar,pero acabado corríamos por el sendero gritando y saltando para no llegar el ultimo,detrás nuestras madres corriendo también temiendo que nos ahogasemos en medio metro de agua.

De vez en cuando vuelvo allí y cuento a mis acompañantes las mil aventuras que viví junto a mi hermano y  primos en cada uno de aquellos rincones,todo ha cambiado,pero aun quedan reminiscencias de aquellos recuerdos como la casita,la balsa y del nacimiento aun brota un hilito de agua.