Esto es parte de un adiós resignado, un susurro de impotencia. Aún recuerdo aquellas lágrimas que con tu silencio acompañaste. Quizás la única a quien podía contar y compartir la rabia del olvido. Cuántas veces he pasado por tu lado y no te he tocado, sólo hablado. Cuantas veces me he acercado y nuestras miradas, en dos mundos tan diferentes, se han entendido.
Me ha faltado tiempo para todo, tantos años que ahora han quedado en nada. ¿Por qué tuvo que pasarte a ti? Ya no creo en el tiempo estipulado, ya no creo en la muerte por vejez.
Se me llena la boca de lágrimas. Siento tu rincón vacío. Tu plato de comida lleno. Te busco cuando llego y te pierdo cuando pienso.
No hace mucho te disfruté en el otoño, mi lectura incesante se perdía en tus quehaceres. Nunca salvo en ti aprendí de la libertad.
Te quería mucho, te quería demasiado. Al viejo has destrozado. Maldita muerte inoportuna.
Me quedaré con tu nobleza. Me quedaré por llenarme el corazón en cada regreso. Me quedaré porque nunca me olvidaste. Me quedaré porque tu amistad fue insuperable. Te llenaré.