Encontrarte en los sumideros de mi realidad, bajo las decepciones de los silencios eternos, bajo el yugo de la distancia por obligación. Encontrarte serena y afable, con ojos que me tientan a salvar la distancia, que separa la confianza de la frustración.
Perdido y encantado, aunque nada haya cambiado, sabiendo que los recuerdos no sólo forman parte de mi realidad. Redimido de la pose de verdugo que cercena cualquier intento de ilusión perdida. Valiente y confiado porque ya no me siento capitán de un barco hundido. Soñador pasado que relata medias verdades para sentir un poquito de calor.
Perdonada la desconfianza que generan las palabras que nunca salieron de mi boca. Y aún así nada cambia y a conciencia he vuelto a dar la cara, siempre llegando a tus palabras, no doy la batalla por ganada, porque el miedo acaba haciendo tu tumba más ancha antes de estirar la pata.
No renuncio a caerme por el precipicio que separa nuestros mundos pero antes quiero sentarme con los pies colgando, disfrutando del momento, antes de comerme la pared. Hay que joderse, que nunca llegue a entender tu mente, que por muchas veces que pongan la misma escena nunca me aprenderé las palabras que llevan a doblegarte, que este papel siempre las recuerde.
Ya no valen las excusas y nadie sabrá por qué en los esquivos pensamientos colectivos ya no entran mis palabras, que serán igual de tristes que las que por desgracia me hacen soportar, y que no alimentaré de especulaciones que acaben por dilapidar mi realidad.
Ahora sí, me toca apostar por la carta más baja, porque no tengo nada que perder y me importa una mierda como acabe la partida si tengo un as en la manga, que no valga nada pero que me haga sonreír. Y me quedo viendo los atardeceres en silencio, con los ojos entrecerrados, pensando que todavía tengo mi momento.
Ya no hay excusa, perdona que te moleste, pero si no me arriesgo me voy a quedar con la cara de tonto, y ya veo muchas por la calle para querer juntarme con tanto ganador ganado.