Una vez, conocí a un chico que era alérgico al polen, al polvo y al serrín, al humo de los tubos de escape y a las ensaladas, a los gatos y las ballenas, también a las fibras sintéticas y a uno de cada dos medicamentos. Era uno de esos chicos que nunca hablaban, que vivían en una campana de cristal, pero como era alérgico a las campanas y al cristal, se las tuvo que apañar para vivir en soledad. Un día compro unos extraños zapatos de cartón, pero también resulto alérgico a los zapatos y por la ventana los tiro.
Una chica que pasaba por las calle los encontró y al ver tan extraños zapatos subió para ver de quien eran. El chico abrió la puerta y los dos se quedaron mirando fijamente un buen rato, así hasta que se abrazaron, y resulto que la chica iba vestida con fibras sintéticas con ensaladas estampadas, era gorda como una ballena y tenia ojos de gato, tenia antibióticos en los dedos, polen en el pelo y serrín en la cabeza.
Y entonces el chico se murió con una estúpida y gran sonrisa de felicidad en la cara