Lo que más me gusta de viajar en metro,
es que entre los transbordos y las ventanillas,
las escaleras mecánicas, los saxofónes sordos,
las faldas cortas y los libros sobre las rodillas,
entre los asientos contiguos, la mezcla de perfumes,
los tobillos desnudos y el traqueteo de los vagones,
los reflejos en el túnel, los intercambios de pupila,
las bufandas a cuadros o las medias de rejilla...
Lo que más me gusta, como digo, de viajar en metro,
es que en el transcurso de todos esos trayectos cortos
puedo llegar a enamorarme hasta una docena de veces,
pero luego salir airoso, sin que me destrocen el corazón.