Tal vez lo mejor sea
despojarse de las emociones inútiles,
sacudirse los miedos de baja intensidad
empapar las derrotas en un líquido inflamable,
mantenerse a 67 pulsaciones por minuto
habrá entonces que
relamerse el prepucio por costumbre
y no tanto las heridas por defecto,
recrearnos en el pasado solo el tiempo necesario
para apuntalar un par de notas mentales,
rescatar algún que otro verso ignífugo,
arrojar otra cerilla ardiendo a cámara lenta
cuidándonos en cualquier caso
de olvidar que la vida es siempre celulítica,
que todo Dios arrastra a su manera
corazones impostados al borde de la boca,
sueños increíbles que no hay quien se crea,
delirios complacientes para mañana, que hoy
se pudren en el Olimpo de cada azotea
y aun a pesar de los romanticismos muertos
podremos evitar un par de incendios venideros,
aprendiendo a encajar los golpes con el estómago,
endureciéndonos la corteza como pan de ayer,
aspirando a más pero contentándonos con menos,
persiguiendo realidades en vez de imposibles
siempre sin pausa y siempre sin prisa
aceptando que el dolor es inevitable
solo mientras duele,
y que la vida es un chiste malo
con el que al menos echarnos a reír,
sin esperar que la radio anuncie que por fin, es viernes
despojarse de las emociones inútiles,
sacudirse los miedos de baja intensidad
empapar las derrotas en un líquido inflamable,
mantenerse a 67 pulsaciones por minuto
habrá entonces que
relamerse el prepucio por costumbre
y no tanto las heridas por defecto,
recrearnos en el pasado solo el tiempo necesario
para apuntalar un par de notas mentales,
rescatar algún que otro verso ignífugo,
arrojar otra cerilla ardiendo a cámara lenta
cuidándonos en cualquier caso
de olvidar que la vida es siempre celulítica,
que todo Dios arrastra a su manera
corazones impostados al borde de la boca,
sueños increíbles que no hay quien se crea,
delirios complacientes para mañana, que hoy
se pudren en el Olimpo de cada azotea
y aun a pesar de los romanticismos muertos
podremos evitar un par de incendios venideros,
aprendiendo a encajar los golpes con el estómago,
endureciéndonos la corteza como pan de ayer,
aspirando a más pero contentándonos con menos,
persiguiendo realidades en vez de imposibles
siempre sin pausa y siempre sin prisa
aceptando que el dolor es inevitable
solo mientras duele,
y que la vida es un chiste malo
con el que al menos echarnos a reír,
sin esperar que la radio anuncie que por fin, es viernes