Hace mucho, mucho tiempo, había una Estrella que era muy feliz y brillaba en lo más alto del Cielo, tenía de todo y había triunfado en la vida, tenía un hermoso Cometa orbitando sobre ella desde hacía mucho tiempo, y tenían una preciosa Estrella Fugaz recién nacida.
Un día, su alegría desapareció, el Cometa, que siempre estaba a su lado dando vueltas, la dejó repentinamente para irse a conocer otras estrellas y otras dimensiones. Perdió el apetito y menguó tanto que apenas parecía un pequeño lucero, con una luz tan apagada, que más que calor, lo que daba era frío. Tan solo, la pequeña Estrella Fugaz, la daba fuerza para alumbrar tenuemente. Pasó el tiempo y sus lágrimas fueron apagando su brillo poco a poco, hasta convertirse en una simple piedra oscura perdida en el cielo.
A medida de que pasaba el tiempo, poco a poco iba recuperando la luz, pero tan leve, que cada vez que veía al cometa de nuevo deambular por su casa, se volvía a apagar y a sumirla en una triste oscuridad, y tanto era lo que había llorado por su añoranza, que ahora, le era imposible volver a encenderse, todo estaba impregnado de las frías gotas de sus lágrimas.
Un día, su amiga la Luna se la acercó, estaba preocupada, porque la Estrella no era capaz de volver a brillar por sí misma y aunque nunca lo dijese, necesitaba de la ayuda de sus amigos para salir de aquella situación que tanto la oprimía.
La Luna la cogió de la mano y se la llevó junto a su Estrella Fugaz, a dar un largo paseo por el firmamento. La mostró como otras Estrellas habían perdido también a sus cometas, pero que estaban alegres y brillantes, ya que ahora tenían otros, y si cabe mejor aun, ya que formaban una perfecta armonía con el espacio y las constelaciones, algunas de ellas llegaron a formar verdaderos Sistemas Planetarios llenos de vida. La mostró también, como había otras estrellas verdaderamente lo estaban pasando mal, habían caído en las redes exterminadoras de Agujeros Negros y su muerte era lenta y agónica, pero aun así, seguían brillando con la esperanza de escapar.
La Estrella, se dio cuenta de que sí, que si se lo proponía y ponía todo su empeño, podría volver a brillar, solo había que encontrar una fuente de calor para volver a lucir con toda intensidad, necesitaba un pequeño empujón para volver a ser la que era. Entonces se acordó de su mejor amigo, el Rey Sol, y junto con la Luna de la mano y la pequeña Estrella Fugaz, se fueron en busca del Astro Rey.
Cuando llegaron a su reino, El Sol, él ya las estaba esperando, las había preparado un gran recibimiento, y como Rey del firmamento, estaba al corriente de todo lo que había sufrido la estrella en este tiempo, así que la cogió por el hombro y se la llevó durante un tiempo para hablar con ella.
La mostró lo importante que es vivir en armonía con todo lo que la rodea, que los excesos son malos, demasiado amor, la podía matar, pero dejar de amar también. Siempre, en todas las situaciones, había que elegir el camino del medio, aunque fuese el más difícil. La recordó que absolutamente todo es efímero, tan solo que unas cosas duran más que otras. La recomendó que actuase con el corazón pero usando la cabeza, y la recordó, que siempre, cuando una historia acaba, inmediatamente comienza otra, tan solo depende de de uno mismo el tiempo que desaprovechemos en el pasado, para comenzar a disfrutar del futuro, un futuro que ha comenzado ahora mismo.
Después de unos días, la Estrella fue recobrando la sonrisa, la alegría y las ganas de volver a brillar, entonces el Sol se acercó a la estrella, la pasó los brazos por encima, se fundieron en un profundo y sincero abrazo. Una mezcla perfecta de amistad, lealtad y amor. Y entonces, la Estrella comenzó a brillar, como nunca lo había hecho antes. Su luz iba subiendo de intensidad a cada instante, tanto, que luz, llegó a todos los caminos inimaginables.
La Estrella, desde aquel día, la llamaron Estrella Polar y se convirtió en camino e inspiración para todas las constelaciones, y tal era su dicha, que soltó miles de Estrellas Fugaces, que cada año, sobre el 11 de agosto, podemos ver en el Cielo como una mágica lluvia de lágrimas incandescentes, y así, no olvidar que por muy mal y hundidos que estemos, siempre habrá una Luz cerca que te ayudará.
Dedicado a la chica de la sonrisa eterna