Dos horas de silencio

Atrapamos el instante
y lo vivimos para siempre
¡si todo acabara en ese momento!

Los amargos tragos
esperan en la última copa
esa que no debías tomarte
esa que vaciaste pese a todas las consecuencias

No hay vencedores ni vencidos
tan sólo un poco de egoísmo
no hay culpables
tan sólo un corazón dividido
a medio camino
más fuera que dentro

Acabar con el miedo y la incertidumbre
no forma parte de este instante
Hallar la manera perfecta
ya es demasiado tarde
Terminar con una sonrisa
eso es imposible

Volveré con las manos en los bolsillos
como hace años
Endurecido

Nunca fui quien
para dar castigo
y es que la esencia
nunca cambia

Dame un abrigo
hoy quiero mirar la luna
no puedo volver sobre mis pasos
ni me apetece recordarlos

Te daré una razón para odiarme
y únete a mi otra mitad
que aparte de dios
cada vez son muchos más

Gilipollas (etimología)

En Madrid hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas. Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, en los tiempos en que el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la alta sociedad, para poner en el escaparate familiar a jovencitas de la buena cuna, como oferta casadera. A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de jovencitas, algo que hoy prácticamente se ignora. La polla de entonces no tenía nada que ver con el significado de morbosas connotaciones por el que ha sido sustituido ahora.

El tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre. Tenía dos hijas en edad de merecer, feúchas, sin gracia, y bastante poco inteligentes. Y se hacía acompañar por ellas a absolutamente todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir.

-¿Ha llegado ya D. Gil?

-Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.

Mientras D. Gil se encargaba de atender las numerosas conversaciones que su cargo de alcalde comportaban, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (o jovencito) se les acercase, cosa que nunca sucedía. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tonto o tonta con D. Gil y sus pollas.

¿Cómo describir esa circunstancia tan compleja de estupidez? Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil: para expresar la idea de mentecato integral e inconsciente ¡Ya está!: Gil (D.Gil)-y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas. Cundió por todo Madrid, que compuso esta palabra especial, castiza, nacida en la Capital del Reino y, después exportada al resto de España, ganándose a pulso con el tiempo el derecho de entrar en la Real Academia Española.

Ad-Hoc

Pongamos que ando
con seis birras de mas,
que la solemne camarera
de la casa de la carretera 
no se ha ganado su propina,

que yo andaba hoy con un hermano
pero que no andaba esta noche
a nuestra vera, verita, vera
el nano de la Huelva de la Ría,

ese niño que tanto gusta
de dejarle unas monedas
a la niña de los rizos,
a la princesa de la noche,
a esa condenada tabernera
que tan tiesa se la pone,
y le contenta con chupitos
el orgullo a mi hermanito

pongamos que llego a casa
y que no ando con mucho sueño
que juego a Gongoras y Quevedos,
que tú me pasas la bola
y la coloco en la escuadra
que driblo y ademas la marco...

que bueno
que si
que ya lo se
que no me curro las rimas
pero que me pico y te replico,
sin mucho arte con mucho ciego
decirte que hasta echo de menos
las cervezas que nos debemos,
en estos cuatro ratos jornaleros
que hace que no nos vemos

3 palíndromos y una epopolla

Lea farolas a lo Rafael.
Eva no ralla. Hallaron ave.
Se van Orades, sedaron aves.

COSQUILLAS
Quién tira perdigonadas al viento
Quién moja almejas en mojo picón
Quién llora no tener remordimiento
Quién pesca tiburones sin arpón

Quién clava la puya y las banderillas
Quién deja faenas sin estocada
Quién le toca al orgasmo las cosquillas
Quién amarga la leche condensada

Quién dribla en el área pero no marca
Quién florea cual zángano sin dueño
Quién le roba horas muertas a la parca

Quién pesca botines en un barreño
Quién se juega a Calderón de la Barca
Tornando más de una vida en sueño.




El viaje

Incansable sudo a la guitarra
mientras la tormenta sacude mi despedida.
Hoy voy a ganar y voy a perder

Miles de canciones me recuerdan lo sediento que estoy
quizás las yagas de mis dedos curen más
que cientos de carreras populares

Es una mañana triste
y la acústica piensa lo mismo
donde quedo yo después de tanta sacudida
¡a quién he de rendir cuentas!

No lo olvido ni lo quiero olvidar
muchas veces me ha provocado la memoria
lo tengo que postergar
mas el corazón arañado queda

Hemos dado un paso más
no se si a la destrucción
herido
por palabras
por lágrimas
no se si a la salvación
tocado
pero no hundido

Tengo que responder
las palabras sellan más que las miradas
hoy tengo que devolver
la sensatez
las colillas mal apagadas
que abrasan mis pies
y devoran mi cordura

Red mafiosa



Diez años como mucho y siendo optimistas,diez años es lo que dura cualquier electrodoméstico de cualquier hogar.Esto no es algo que sea así porque yo lo diga ,esto es fruto de mucha observación y experiencia por mi parte en esta materia.
Si tienes algún electrodoméstico con poco mas de nueve años estas en la franja "tiempo igual a avería".
Estoy segura que existe una red mafiosa que va recopilando datos y cuando tu lavadora cumple  diez años,le dan a un control remoto,algo parecido a un mando a distancia,pero con kilómetros de distancia y tu lavadora deja de funcionar,llamas al técnico y ya eres una presa fácil,porque dicho técnico en realidad es un infiltrado de esta mafia.
Yo empecé a sospechar cuando llamé al servicio técnico de mi lavadora,una vez llamas los mafiosos saben que el control remoto funciona perfectamente,entonces empiezan a marearte y te dicen que hasta la próxima semana no podrán mandarte al técnico,así comprueban tu nivel de paciencia y necesidad, y tras una corta negociación porque tienes el cesto de la ropa sucia hasta los topes,te dicen que ira en un par de días,pasado este tiempo llega a tu casa un señor con un polo Lacoste y un maletín reluciente,¿como no va a estar reluciente si nunca lo ha utilizado?,una vez frente al aparato te suelta la frase que les enseñan en los cursillos de mafiosos,"Señora...esta reparación le va a costar más que una lavadora nueva".Tu miras de reojo  la ropa sucia que ya esta desbordando el tambucho, mientras a lo lejos,(porque tu estas a lo tuyo), escuchas concluir al mafioso,"total ahora por 300 euros tiene una ,pero si quiere le pido la pieza nueva" y claro vas y te compras la lavadora nueva y los de las tiendas están compinchados,porque te dicen que te la llevan hasta casa e incluso te la instalan al mismo precio,que claro está no son 300 euros.Y es cuando están en casa cuando hacen un estudio minucioso de todos los electrodomésticos que tienes e informan a la plana mayor,a los del mando a kilómetros de distancia,estos hacen un calculo y le dan al control remoto de tu microondas el de la nevera ... y sucesivamente van averiándose todos los electrodomésticos.
Yo he instalado en mi casa un inhibidor de frecuencia para que no lleguen las ondas mafiosas porque mi nevera tiene nueve años recién cumplidos y yo a estos los he calado.

Charcos de lluvia y fusiles de guerra (I - III)

I

Crepita la madera y estallan a ratos fuegos artificiales de juguete por culpa de la hojarasca aun húmeda del olivo. Las perras, inmóviles al borde de la alfombra, se dejan como yo hipnotizar por el baile de llamas que escupe la chimenea, y también ellas dejan gachas las orejas y bajan la guardia entregándose al duermevelas de la siesta. Afuera entretanto sigue lloviendo con rabia, como si el otoño reivindicase por fin su presencia y el sol se apagase para siempre.


 
II


Definitivamente, esta ciudad no está preparada para la lluvia. Nadie hace demasiado por ponerle remedio, y cada año se repiten las mismas historias de sumideros saturados, alcantarillas que deciden dejar de tragar y semáforos que se ponen de huelga intermitente en los momentos más inoportunos.

En las aceras todo se vuelve además un poco tragicómico. Con todos esos pantalones vaqueros calados a la altura de los tobillos. Y con todos esos paraguas pugnando por una misma trayectoria sobre las baldosas. A menudo reflexiono sobre esto último y concluyo que sería más decoroso que cada vez que se cruzaran dos señoras -las más reacias a ceder el paso, sin duda- los plegasen de pronto, y se batieran a duelo empuñándolos con soltura a modo de floretes improvisados. La gente organizaría a propósito apuestas en los portales, como si de un combate de gallos mexicanos de pelea se tratase.

Es algo absurdo, lo sé. Pero al menos eso le daría un poco de colorido a estos días cenicientos. Harían así más digerible la estúpida nostalgia a la que invitan todas esas gotitas que tiemblan de frío y de miedo al otro lado de la ventana.

III

Tengo un fusil Mausser de la guerra del Pacífico. Arrodillado sobre el sofá y vagamente camuflado bajo la manta, lo empuño y simulo como un niño pequeño que disparo al unísono del estallido de los truenos. Las perras entretanto me miran desconcertadas, compadeciendo mi locura transitoria. Como supongo que yo haría si estuviera en su lugar.

Heredé ese fusil de mi bisabuelo, poco tiempo antes de que un resfriado con aires de grandeza se lo llevase por delante. Morir de viejo debe ser eso en realidad: haberle sobrevivido a dos guerras mundiales, a una guerra civil, a la dictadura cabrona que esta trajo consigo, y que al final te quite de en medio un simple resfriado por haberte descuidado con la ingesta diaria de vitamina C. Algo ante lo que solo queda encogerse de hombros con aires de resignación y seguir a otra cosa.

El caso es que por aquel entonces yo era muy pequeño y no llegué nunca a saber cuál es la historia que hizo que recalase en mis manos esta especie de carabina, ahora inutilizada y carcomida por el óxido. Siempre he intuido que tras de sí debe de honrar alguna suerte de épica, de sufrimiento o grandeza que nunca debió haber caído en el olvido. Algo así como ese reloj por el que Butch Coolidge casi se hace sodomizar en Pulp Fiction en la trastienda de aquella armería. Y sin embargo, aun habiendo intentado averiguar a través de distintos miembros de mi familia el misterio que enmascara, no he llegado a saber nunca sobre que versa el episodio.

Se ve que por aquel entonces cada quien andaba demasiado ocupado viviendo sus vidas como para prestarle atención a los relatos belicosos del ya anciano Luis Elías. Supongo que este, cansado de que nadie le hiciera ni puto caso, optaría por honrarme a mí con la entrega del arma y con su arcano. Movido, imagino, por una cuestión de ternura senil y condescendencia - nunca mejor dicho, esto último- quien sabe si aquél día me lo contó todo con pelos y cicatrices de metralla. Yo lo único que recuerdo es que ese día llovía también con fuerza inusitada igual que hoy.

De todas formas algo sí que he aprendido del asunto: que da igual el empeño que uno ponga en hacerse recordar, por otorgarle alguna trascendencia a sus días e inmortalizarlos luego a través del recuerdo ajeno. Tarde o temprano y salvo honrosas excepciones se tratará de un acto fútil. Es cuestión de generaciones, el olvido. Al final digo yo que solo se trata de intentar afrontar con agradecimiento cada mañana y de pasar el testigo con humildad al final de la carrera.

Entonces una de mis fieras, Oliva –o `Aceituna´ como la llaman los cabrones de mis vecinos-, me salta de repente juguetona sobre el costado mordisqueando el fusil, gruñéndolo y haciendo aspavientos con la cola. Como queriendo llamar mi atención de nuevo y sacarme de mis ensoñaciones al ver que he dejado de hacerle caso y dispararle con cariño al paso de los relámpagos.

Amanecer

Tengo miedo de salir de la cama y pisar descalzo las brasas de la realidad.
Tengo miedo de no ser yo cuando abra la puerta y encuentre a mi familia en el salón.
Tengo miedo de que otros tomen las decisiones por mi.
Tengo miedo de pensar en mañana y no acordarme de lo de ayer.
Tengo miedo de que todo siga hacia delante y la inercia me haga andar los pasos decisivos.
Tengo miedo de salir de la cama y que hoy empiece el resto de mi vida.