Subí al barco pensando que la travesía seria placentera.
Pensé que la ausencia de tierra firme bajo mis pies no me afectaría en absoluto, pero después de casi cuatro meses, he necesitado tomar tierra, ver algo mas que agua, y el sol sobre mi cabeza “burlón” amaneciendo y escondiéndose por el horizonte siempre tan lejano, sobrevolando por encima de la embarcación, sabiendo que al día siguiente estaría allí, en medio de ningún sitio, rodeada de agua que no me conduce a ningún sitio.
Poner los pies sobre algo que no estuviese en constante movimiento me ha llenado de calma, y es así como tomare el viaje, con calma, y buscare corrientes que sin dejarme arrastrar por ellas, me dejen cada día en los mejores puertos.